7 de noviembre

No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro sólo en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús. – Filipenses 3:12-14 NTV.

En cierta ocasión Cristian fue a visitar a Luis, su amigo quien se dedicaba a comprar autos chocados y demás chatarras. Luis lo llevó a su galpón para mostrarle todo lo que había adquirido. Allí se encontraba el que había sido un auto último modelo pero ahora sólo era un montón de hierros retorcidos. Una imagen muy distante de aquel auto que nos hacía detener para admirarlo. Cristian quería alegrarse junto a su amigo pero en su interior, pensaba: Yo por este despojo no pagaría ni un centavo. Por el contrario a Luis se lo veía exultante de felicidad, entusiasmado y agradecido con Dios por la compra que había hecho.

Pasado algún tiempo, los amigos se reencuentran, Cristian sorprendido, veía que su amigo manejaba un hermoso vehículo: ¿Te compraste un auto? le preguntó – No, respondió ¿Recuerdas aquel día, cuando te mostré ese montón de chatarra?, bueno, comencé a trabajar con el martillo para estirarlo, recomponerlo, pintarlo y aquí está la obra terminada.