Tracie Miles

“‘Ven – dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: – ¡Señor, sálvame!’ ” Mateo 14:29-30 (NVI)

Lectura:

Los ruidos y gritos provenientes del segundo piso causaron un pánico inmediato.

Esa mañana mi hija se había dispuesto a correr unos kilómetros en la caminadora. Todo iba bien hasta que pasó lo peor.

Ella perdió su enfoque, luego su equilibrio y tropezó. La caminadora violentamente la tiró y ella quedó atrapada entre la alfombra, el piso y la pared. Se las arregló para librarse, pero no antes de que la caminadora causara estragos en su espalda, piernas y brazos.

Cuando las lágrimas se secaron y los vendajes habían sido cuidadosamente colocados sobre las heridas, le pregunté cómo ocurrió el accidente. Resulta que ella tenía mucho que hacer además de solo correr. Por ejemplo, el televisor con alto volumen, mensajes de texto (que por supuesto necesitaban una urgente atención), un cordón flojo y fatiga en las piernas.

Había muchas distracciones que la hicieron caer, y ella estaba demasiado débil para recuperar su equilibrio. Allí juró nunca volver a usar una caminadora. ¡Pero nunca!

La caída de mi hija es muy parecida a lo que sucede en nuestro caminar cristiano. Completamente pretendemos permanecer centradas en Cristo, pero las distracciones de la de vida causan que nuestro enfoque se desequilibre. Tropezamos en nuestra fe y nos deja golpeadas y sin poder levantarnos.

Mateo 14:29 nos muestra cómo Pedro sufrió una caída cuando perdió su enfoque. Pedro y los discípulos quedaron atrapados en una tormenta terrible mientras estaban en su barco, azotados por lluvias torrenciales. Cuando Pedro vio a Jesús de pie sobre el agua, pidió hacer lo mismo, caminar sobre el agua. Vamos a retomar la historia: “Sí, vamos,” dijo Jesús. Así Pedro se lanzó por la borda y caminó sobre el agua hacia Jesús. Pero cuando vio el fuerte viento y las olas, se aterrorizó y empezó a hundirse. “¡Sálvame, Señor!” gritó.” (Mateo 14:29-30)

Cuando las olas del miedo, inseguridad, desaliento o estrés están a mí alrededor, yo tropiezo también. Estas se convierten rápidamente en mi enfoque en lugar de fijar los ojos en Jesús. Por supuesto, me hundo bajo el peso de estas circunstancias y caigo.

Mi “caída” es algo así: en lugar de orar, me preocupo por la salud de mi padre. En lugar de alabar a Dios y buscarlo para que provea, me estreso con el pago de las cuentas. Y en lugar de confiar en que Él me ayudará a completar una tarea, dudo de si voy a ser capaz de completar todo lo que está escrito en mi agenda. Todas estas distracciones me derriban y alejan mi fe de Jesús.

Esto es lo asombroso acerca de Jesús. Cuando Pedro comenzó a hundirse, gritó para que Jesús lo salvara. Y Jesús lo hizo. Al igual que Jesús no dudó en sacar a Pedro de las olas ásperas, también nos sacará a ti y mi si se lo pedimos.

La vida tiene estaciones tormentosas. De diagnósticos de salud inesperados, años en que los hijos deciden abandonar a Dios, meses difíciles en nuestro matrimonio… todas causan olas de duda, estrés, preocupación o miedo. Estas cosas pueden causarnos un tropiezo y nos caemos si solo nos enfocamos en ellos.

El mejor lugar para situar nuestros ojos es en Jesús. Él es nuestra paz, fuente de esperanza y la única persona en quien podemos confiar que siempre estará a nuestro lado. Y cuando nos caemos, tan pronto como lo llamamos, Él nos levanta.

Querido Jesús, confieso que pierdo mi enfoque en ti mientras corro a través de las distracciones de la vida. Me he caído muchas veces. Ayúdame a confiar y tener fe en ti y evitar que la vida me distraiga de sus verdades. Amén.

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Reflexionar y responder:

¿De qué manera te ha distraído la vida, causando que inadvertidamente pierdas el enfoque en Cristo?

Visualízate:

Cierra los ojos y visualízate parada en una tormenta mirando a Jesús. Sé audaz y camina hacia Él. Ten fe en que no importa cuánto la vida ha causado que te distraigas, Él está listo para llegar y traerte cerca una vez más.

Versículos poderosos:

Proverbios 4:25-27, “Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad.” (NVI)

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