Este cachorro se llama Hamilton y le encanta que le acaricien el estomago, así que cuando su dueño pára de acariciarlo Hamilton rápidamente le rasca la mano y le pide que siga con las caricias.
Si puso tanto cuidado en cada uno de nosotros, y si aún los detalles que parecen insignificantes para nosotros, Dios los conoce y no pasa nada por desapercibido, ¿por qué creer que no le importamos o que tiene cosas más importantes que atender?