Cuando caemos en la mentira de que Dios necesita de nosotros, de nuestro tiempo, de nuestra atención, de nuestros diezmos…. todo se sale de perspectiva. Dios anhela estar con nosotros por lo que somo para Él, no por lo que le podamos dar.
Abandonado a su suerte, el hombre se destruirá a sí mismo yendo tras placeres y deseos egocéntricos. Dios tiene un plan mejor para nosotros: dirigirnos hacia la libertad perfecta en Cristo, guiados por su tierna mano. Cuando nos desviamos, Él aprieta su mano y nos hace volver al buen camino.