“Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” Filipenses 4:8 (NVI)

Lectura:

Las pequeñas manos de Elle estaban bien apretadas mientras volábamos en el columpio. Cada vez que los visito ella corre hacia mis brazos, feliz de ver a su abuela pero más emocionada por la posibilidad de ir a jugar en el parque.

Hay otro parque de juegos que yo solía visitar, uno donde pasaba incontables horas. Era el parque de los juegos de mis pensamientos.

Cuando alguien me hacía enojar o cuando surgía algún conflicto que lastimara mi corazón, ahí es donde corría para considerar ‘esos’ pensamientos. Ahí es donde escapaba para pensar en todas las cosas que debí decir.

Columpiándome me recordaba a mí misma cuánta razón tenía yo y qué equivocados estaban ellos. Recreaba palabras y situaciones, como una niña yendo en círculos en un carrusel.

En este parque de juegos no tenía que lidiar con los conflictos de una manera sana, ni decir la verdad cuando fuese necesario. No tenía que admitir mis propios errores porque yo siempre era la heroína.

Un día sentí que Dios me estaba pidiendo que dejara ese parque de juegos. Pero como Elle, no estaba lista para irme. Sin embargo, él me tomó de la mano y me guió hacia un lugar lleno de gracia para aquellos que me lastimaron con sus palabras, recordándome que todos nos equivocamos.

Dios me llevó a un lugar de bienestar donde reconocí que los conflictos ocurren aún en la más sana de las relaciones.

Y me guió a un lugar donde podía deshacerme de las cosas que yo no podía cambiar, para que así pudiera realmente aceptar aquellas que sí podía.

Hubo días en que quería volver a mi antiguo parque de juegos, pero cada vez me encontraba con un letrero de “cerrado” en el portón.

No para ti, hija mía.

En vez de pasar el tiempo en un lugar imaginario donde podía evitar el conflicto y el dolor, acepté la vida real, con gente real y problemas reales. Aunque me tomó mucho trabajo procesar las situaciones difíciles, con cada una de ellas logré crecer. Esto implicó amar a las personas a mi alrededor, disfrutar cada nuevo día, y soltar eventos hirientes y personas del pasado.

Nuestro padre celestial sabe cuándo batallamos con nuestros pensamientos. Ellos pueden ser un lugar en donde trabajamos estos problemas con sabiduría y cuidado, o un parque de juegos donde brota la amargura y alimentamos nuestro enojo.

¿Te está llevando Él de la mano, como lo hizo conmigo hace unos años? Si es así, estoy celebrando contigo porque Él te está guiando para que crezcas.

Mi oración es que tú te columpies muy alto en las alegrías del día a día en la vida real como una fuerte mujer de fe.

Amado Jesús, puedo pasar horas en mis pensamientos de enojos, o pensando que soy una heroína. A veces en mi mente pongo a otros en su lugar. Todo eso es una trampa del enemigo. Hoy, con tu ayuda, cierro la puerta del área de juegos de los pensamientos negativos. En el nombre de Jesús, Amén.

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Reflexionar y responder:

¿Con qué pensamientos estás batallando hoy?

Comprométete a dejar el área de juegos de tu mente. Elige un versículo sobre el cual meditar en vez de concentrarte en pensamientos negativos.

Versículos poderosos:

1 Corintios 13:11, “¡Vengan y vean las proezas de Dios, sus obras portentosas en nuestro favor!” (NVI)

Efesios 4:26, “Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados.” (NVI)

© 2013  de Suzie Eller. Todos los derechos están reservados.