¡Tú eres mi refugio! ¡Tú me libras de la angustia! ¡Tú me rodeas con cánticos de libertad! – Salmo 32:7

 

Cuando algo bueno nos sucede, queremos compartirlo con todo el mundo: se lo decimos a nuestros familiares, llamamos a nuestros amigos, en fin, sentimos que nuestra alegría es mayor cuanto más lo compartimos, porque los demás también se alegran y festejan con nosotros. Un nuevo empleo, la llegada de un hijo, la graduación de los estudios, la compra de una casa, en fin, todos estos (y muchos otros) son motivos de alegría.

 

Pero la mayor alegría que tenemos es la salvación que recibimos a través de Jesucristo, que nos toca profundamente, nos renueva, y nos anima a vivir una vida llena de sentido y propósito. Gracias a lo que Jesús hizo por nosotros, podemos vivir en paz y transmitir esa paz a otros. Como hijos de Dios que somos podemos alabar y cantar al Señor con alegría, y darle gracias porque su amor nos libra de la angustia.

 

ORACIÓN: Querido Señor, son tantas las bendiciones en mi vida que ni siquiera las puedo contar. Por todas ellas te agradezco y te alabo en el nombre de Jesús. Amén.

 

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